El ginseng es una planta vivaz cuya raíz posee una gran reputación en China por sus propiedades tonificantes y afrodisíacas. Su uso tradicional, reservado al emperador y a los grandes señores feudales, se remonta a la antigüedad. En occidente, experimentó un gran éxito a partir del siglo XVIII. Su nombre, “flor de la vida”, alude a los beneficios de la planta, atribuidos especialmente a la presencia de “ginsenósidos».
Hay que esperar que la planta haya alcanzado como mínimo 6 años de edad para recolectar su raíz. Cuanto más rica sea ésta en ginsenósidos, nunca en porcentaje inferior al 4%, más eficaz se revela.
Además de estos activos, existen otras sustancias que desempeñan un importante papel como vitaminas del grupo B, vitamina C, aceite esencial y aminoácidos, entre otras. Las investigaciones clínicas sobre el ginseng han confirmado su acción tónica y revitalizante que se traduce en una mejora del estado físico e intelectual, tanto en jóvenes como en personas mayores.
Asimismo, ejerce un efecto positivo sobre la disminución del nivel del colesterol, de los triglicéridos sanguíneos y del azúcar en sangre. El ginseng es un excelente adaptógeno.
En palabras de Nicolai Lazarev, «el adaptógeno es una sustancia farmacológica capaz de inducir en un organismo un estado de mayor resistencia no específica que permite contrarrestar los síntomas del estrés y adaptarse a un esfuerzo excepcional». Este término se reserva únicamente a las plantas que, según su descripción: «aumentan la resistencia al estrés, la concentración, el rendimiento y la resistencia en caso de fatiga o de estrés».